Narrando ando…
El género narrativo ofrece maravillosas historias y relatos que leídos pasan a ser nuestros. Novelas, cuentos, crónicas, relatos de ficción, mitos, leyendas, en fin, la gama es amplia. Los microrrelatos, mini cuentos o mini ficciones, son hermanos menores del cuento, sólo que su estructura condensa una historia en pocas palabras: atemporalidad, brevedad, final inesperado o sorprendente son sus características. Descubrir el sentido casi siempre escondido en una paradoja (Hecho o expresión aparentemente contrarios a la lógica.), lo hace muy interesante. Conciso e impactante siempre genera una reflexión en el lector. La economía de recursos, el lenguaje con doble sentido, la intertextualidad y la sorpresa en el final son elementos clave.
Augusto Monterroso (hondureño), Juan José Arreola (mexicano), Jorge Luis Borges (argentino), Julio Cortázar (argentino-belga-francés) y Ana María Shua (argentina) son verdaderos maestros y referentes en el arte de decir mucho con pocas palabras.
Aquí algunos, para leer y pensar:
El Dinosaurio
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
(Augusto Monterroso)
“Tarzán”
Avanzando en oleadas malignas, las hormigas carnívoras no han dejado más que esqueletos blanqueados a su paso. Horrorizado, Tarzán sostiene en su mano temblorosa la calavera pelada de un primate. ¿Se trata de su amada mona Chita? Condenado al infinitivo, el rey de la selva se pregunta ¿ser tú Chita, mi buena amiga mona? ¿La compañera que alegrar mis largos días en esta selva contumaz? ¿Ser o no ser?
(Ana María Shua)
Cláusula III
Soy un Adán que sueña con el paraíso, pero siempre me despierto con las costillas intactas.
(Juan José Arreola)
Tristeza del cronopio
Afuera del Luna Park, una sala de conciertos en la ciudad de Buenos Aires, un cronopio nota que su reloj se atrasa. Se compara con “los famas” que caminan con relojes que marcan la hora adecuada y piensa en que su reloj tiene “menos vida, menos casa, menos acostarme”
(Julio Cortázar)
Estos son sólo la muestra… Sin embargo, hay miles y diversos…
¿Te atreverías a escribir uno?…
El piano
Desde la repisa de madera se observa con tristeza, con ansias te espero y recuerde el “nosotros”, en el pasado animaba a todo tu alrededor y con una sonrisa escuchabas ni cantar, hoy no me tocas, hoy no me miras, hoy no me deseas. Entre polvo y ruinas me encuentro y a lo lejos te veo, feliz, dichoso, me contagias tu gozar, sin embargo, ya no estás, pasas a mi lado con él entre tus manos, te recuestas a un costado por horas y horas viéndolo con ojos de amor y deseo, me hiere, me ahoga, me rompe, su sonar me hace querer a pagarme por siempre, pero antes de irme quiero saber, si en el fondo de tu corazón me vas a cambiar por ese inservible, por semejante bazofia, el más irritante.
Su gran velo
Nunca comprendí tu inmensa añoranza por contraer matrimonio, a mis ojos siempre fuiste una mujer alegre, trabajadora y llena de amor, tal vez por mi falta de experiencia no logro comprender el sentimiento de llegar a los 50 sin haber hallado al que debería ser el amor de tu vida, sin embargo, nunca demostraste señales de soledad, por más que dentro de ti existiese un gran vacío que durante años no has logrado llenar; mucho menos tachar ese sueño de tu lista, el sueño que es desde pequeñas te ha acompañado, “caminar por el altar y que allí te espere la persona que más te pueda amar, la persona correcta para ti” aunque sinceramente dudo mucho que en la tierra habite un ser humano que te amé más que yo. De todo corazón espero y al menos me iguale en sentimiento, porque tú mereces a alguien tan bueno y tan perfecto, alguien digno de llamarte su esposa y verte caminar en ese gran vestido, con tu enorme cola y un velo que cuelgue por tu caballera, aquel velo que al ser descubierto de tu rostro haga saltar tus bellos ojos claros.
Un día que nunca olvidaremos, pero mientras ese día llega no veo necesario que en ti haya velo, porque cada día yo te observo con una gran capa, una capa que portas con orgullo, por ser la mujer más excepcional, la mejor Mamá que puede existir y la heroína de todas mis historias, te amo como a nadie.
(Mariana Guarnizo Osorio, 10A)
Dorado carmesí
Desde la soledad te admiro; en la oscuridad ya no se refleja mi brillo. Con el paso del tiempo me sigo desgastando; me abrumo al pensar en nuestros momentos juntos. Te observo mientras te reflejas en un pequeño espejo y espero paciente con la esperanza de que algún día me escojas. Mi color ya no es el mismo e incluso mi olor ha cambiado; genero aún más desprecio en ti, aunque ya no me contemples como solías hacerlo.
Amaba con locura el destello dorado reflejado en tus ojos, asombrada de tu sonrisa y la curvatura que en tus labios se formaba al admirar su color. Anhelo con desesperación aquella emoción de sentirme útil. Mi propósito terminó demasiado pronto; el aire estropeó el rojo carmesí que tanto adorabas y acabé en una esquina de tu habitación llena de nostalgia y dolor.
Thais Milena Solanilla Palacios (10A)
La protesta
Tantas aventuras juntos, tu fiel compañero de peluche verde con formas rojas en su barriga, pipo me decías, el que siempre te acompañaría, el dueño de mil recuerdos, ese era yo. ¿Qué paso?… Me defraudaste, tú eres la culpable de que no sé dónde esté, me prometiste que siempre estaríamos juntos hasta el fin, pero aquella noche de playa me dejaste ahí abandonado, porque no pensaste en mí. ¿Qué pasó con nosotros? ¿Con todos nuestros sueños juntos? Sí, yo sé que volviste a buscarme, pero ya era muy tarde, seguro que conseguiste un nuevo compañero mientras yo en el olvido aun te recuerdo.
(Isabel Sofía Rivera Pinilla, 10A)
Este es mi cuento…
La Carta del olvido
Tiempo atrás, cuando las hojas aún eran verdes y las flores resaltaban con brillantes colores, me encontraba abrumado por mis pensamientos, sumergido en las cálidas tonadas que el cielo pintaba. De repente, como por arte de magia, la vi, a lo lejos una figura esbelta, delicada y femenina. Ante mis ojos aquello era lo más perfecto que alguna vez había presenciado. ¿Cómo era esto posible? Pensé que tan solo era un producto de mi imaginación; sin embargo, recordaba cada emoción, el latir de mi corazón, mis mejillas sonrojadas, la sensación del pasto bajo mis dedos, pero sobre todo la hermosa sonrisa de la joven, quien había ultrajado todos mis suspiros.
Al caer la noche, muchos de mis colegas frecuentaban un pequeño local, lleno de luces voces alegres que resonaban en toda la calle. Entré con los pies sobre la tierra; dentro de mí, ese momento era únicamente un recuerdo pasajero que marcaría el resto de mi vida. Para mi fortuna o tal vez desgracia, distinguí la misma silueta de aquella tarde; mi corazón dio un vuelco, sentí como poco a poco mi cuerpo se desvanecía, débil ante su presencia. Pronto todo acabó; se acercó dulcemente y extendió su mano para tomar la mía, pronunció su nombre con suaves palabras y me arrastró hasta la pista de baile. Las copas llenas y mi corazón contento; me sentía pleno, yo era el hombre más afortunado por tenerle a mi lado. Apenas nos conocíamos, pero no era impedimento alguno para no desearla hasta que mi cuerpo se convirtiera en cenizas, embelesado en sus curvas, su voz y la profundidad de sus ojos verdes. Los días se convirtieron en meses y esos meses en eternidades, para ser precisos y poco poéticos, tres meses… tres miserables meses, solo eso, ni un día más, ni un día menos. Mi anhelo se convirtió en desesperación, aunque realmente nuestra “relación”, si es que así se pudiera calificar, fue efímera, pero estrujó mi alma y así mismo tocó el abismo de mis secretos. Cada momento, palabras y caricias han quedado marcados en mi pecho; lamentablemente, como todo en la vida tiene un fin, nuestra historia igual lo tuvo. Quisiera pensar que todavía me recuerda; quizás simplemente fui un instante. En mi caso, ella lo era todo, mi aliento, mi caminar e incluso mis lágrimas. A decir verdad, la última vez que nos vimos, cortó uno de sus rizos en señal de promesa, repitiendo una y otra vez que el destino nos juntaría en aquel muelle donde gozábamos del otro. Iluso ante las vueltas de la vida, le creí, creí en algo fugaz. A pesar de eso, sabía que la culpa era compartida. Las semanas siguientes, aún recibía sus cartas y ella respondía las mías; de pronto, mi correo estaba vacío. Así fue durante semanas, meses enteros, hasta por fin perder la esperanza guardada.
El tiempo siguió su curso; cuando menos me di cuenta, ya había pasado un año desde aquel suceso. Nuevamente era verano, pero no el mismo donde pasaba mis noches acompañado, no el mismo en que disfrutaba su sonrisa, no uno en que la tuviera entre mis brazos. Solo, en el muelle donde sellamos nuestras promesas, bajo la luz del sol y el cielo dorado, arrojé todas las cartas que había escrito sin respuesta; ya no tenían a dónde parar, ni suaves manos que las recibieran. Lancé al lago cristalino todas aquellas escritas por Alya, la mujer de ojos verdes y rizos castaños. Dejé que flotaran sin rumbo fijo, me deshice de los recuerdos que guardaban sus letras, de su voz en mi cabeza que resonaba al leerlas; no quería nada, estaba decidido a olvidarla, Alya… mi dulce y adorada Alya. Sus escritos me ataban y, mientras el agua fluía con ellos, yo hice lo mismo: me acosté en el mismo lugar donde la vi por primera vez para dejar a mi alma respirar y con ella estas últimas palabras, una última carta donde pudiera soltar aquello que refundía en mi corazón, soltar a mi gran amor.
Thais Milena Solanilla Palacios (10A)
MELIFLUO SUSURRO
Siempre había deseado tener una relación de interés mutuo, en donde el crecimiento sea la principal idea de la relación en donde podamos compartir y disfrutar el tiempo como si las horas fueran segundos, vivir en un mundo sin ansiedad de tanto pensar en la opinión de otros en cómo me ven, pero no me sienten, Ser libre. Lamentablemente seguía en la realidad y lo único que me salvaba era la música, mi mayor pasión y mi única manera de expresarme tal y como era dejando de lado este mundo vanidoso y superficial.
Hasta que la conocí a ella…. Lola, ella es como un sueño hecho realidad, única, con una manera de pensar y expresarse que día a día me intriga más.
Antes de conocerla mi vida no encontraba mayor sentido me refugiaba en mi instrumento, el cual con sus agradable notas melodiosas calmaban mi desesperación y me introducían en un mundo inefable; mis amigos que en este momento no se si estaba con ellos por vacío o en realidad si quería estar con ellos , lo que es claro es que en este momento esa relación ya se convirtió en costumbre y los lazos de apoco se fueron estrechando pero estos no dejaban de ser simplemente curas a mi corazón roto combinado con drogas las cuales me inhabilitaban y me relajaban de todo el estrés continuo que habitaba mi casa… mi mamá, la mujer que me dio la vida me daba razones para acabarla; mi padre hombre rudo y ausenten pero económicamente bien posicionado, me daba lo que quería pero no llenaba. En fin, una vida sin propósito, una vida en donde mi mayor sueño era sucumbir ante esa preciosa dama pálida que añoraba ver noche tras noche anhelaba que su frio, pero a la vez tierno beso me saca de mi infierno y me llevara a mi vida de ensueño.
Intentaba encontrar calma, apoyo, inspiración y en la escuela lo pude conseguir me interesaban mucho las artes y la literatura, el hecho de dar por sentado el significado de las palabras se sentía igual que cuando las personas te etiquetaban con una faceta que no era; como me pasa a mi seguido solo por mi apariencia decrepita, pelo largo, la guitarra y algunos malos hábitos n por lo cual era objeto de la mirada juzgadora de algunas personas y lo profesores a veces ni creían que las “tareas” que para mí eran más una escapatoria y un ejercicio catártico , eran escritas por mi debido a que yo era “demasiado serio e inhumano” como para poder expresarme de tal modo y con el pasar de los días atrapado en esa horrible etiqueta que ni siquiera hacia bien su trabajo me fui “ acostumbrando” o mejor dicho me perdí y me convertí en todo lo que ellos querían y pensaban que era yo, una persona misteriosa, asocial y en algunos casos muy lógico y controlador.
Ese era mi mundo un mundo en donde las personas no Vivian, sino que sobrevivían y actuaban, un mundo en donde todas las personas eran “felices” en donde la tristeza y la enfermedad no existía, pero yo… yo quería llorar quería experimentar todas las facetas que puede tener un humano sin embargo era incapaz de fabricar mis propias emociones, mis lágrimas.
(Valerie Sofía Torres Ramírez, 10B)