Un gran poema para una gran mujer
Por: Isaac Samuel Rodríguez Rivera – 9°B
¿Eres ladrona?
No solo robaste mi corazón,
tú le robaste al sol el rojo de su atardecer
para al fin decorar tu sonrisa
y tu rostro más perfecto hacer.
Sí tuviera que mencionar todas tus cualidades, ni mil bibliotecas alcanzarían.
pues en mis líricas siempre te tengo que pensar,
debido a que no solo eres mi inspiración,
tú eres mi eterno esperar
No solo te pienso cuando el sol calienta,
la luna en su fría oscuridad también se da cuenta,
ese fue el motivo de sus celos,
solo porque yo, a la soledad le hablaba de ti,
porque mi mente solo podía ver sus ojos reflejados en mí,
es por eso por lo que,
yo evitaba observar el contraste de la oscuridad en las estrellas
gracias a que el destello de tus pupilas me cegaba de muchas maneras.
(Estaba yo perdido en el profundo bosque de tu mirar)
Y podría decir que de mis ojos el cielo aparté,
para que tu seas la única luz de quien me enamoré,
simplemente podría decir que eres más bella
que el reflejo de la mar ilustrada por cien estrellas
llegué a entender que,
si no escuchara yo el sonido de tu dulce voz en mis oídos,
tú seguirás siendo mi música,
la música que haga vibrar las cuerdas de mi corazón
en la sinfonía de la paciencia y eternidad
Entonces me preguntaron:
“¿Qué ves en sus ojos cuando la miras?”
y les respondí que:
cada vez que me pierdo en sus ojos color café,
veo 100 atardeceres,
siendo cada uno de estos el sol rojizo,
más bello que el anterior.
¿Son acaso las auroras boreales del cielo
dignas de brillar en tu pelo?