El gato que se creía rey
Isabel Sofía Garzón Pérez – 3B
Había una vez un gato que se creía rey, su nombre era Pelusa. Era grande, un poco glotón, de pelo largo de color café, blanco y beige. Sus ojos eran azules y su nariz rosada.
Creía que los humanos que vivían con el eran sus sirvientes, pues lo alimentaban consentían, le limpiaban su arenero, le compraban juguetes y cuando maullaban todos corrían para ver como complacerlo. Era un gato feliz, hasta que llegó ¡Él!
Un día Pelusa dormía tranquilamente en el castillo que le habían comprado sus humanos, cuando escuchó que la puerta se abría y una pequeña bola de pelos dorada se asomaba tímidamente venia acompañado de su sirviente más querido. El pequeño monstruo como lo había bautizado Pelusa, entro, se acercó a su castillo, descaradamente levanto su pata trasera y expulso sobre este un líquido amarillento y maloliente.
Pelusa como cualquier rey que se respete, demostró su autoridad y enterró sus afilados garras en la nariz del pobre peludo. Pelusa el rey, esperaba el apoyo de sus sirvientes, pero no fue así, parecían molestos y se atrevieron a levantarle la voz.
-¡El pequeño monstruo se tiene que ir! – fue lo que pensó Pelusa.
Así fue como empezó a hacer un plan malvado. Decidió ir al árbol que había en el patio de la casa para tener paz, pues el pequeño monstruo no dejaba de molestarlo. Mientras lo pensaba comenzó a sentir sueño y se queda dormido. Al despertarse era de noche, puertas y ventanas en su casa estaban cerradas, entonces Pelusa no pudo entrar. Empezó un gran tormento, el gato estaba cansado y hambriento. Cuando de pronto vio que el pequeño monstruo se acercó a él y lo empujo suavemente como tratando de mostrarle una entrada a casa. Así lo guio hasta una pequeña ventana del sótano y por ahí entraron los dos.
Desde entonces, Pelusa el rey, entendió que el pequeño monstruo al que le decían Toby, era parte de la familia y con gusto decidió compartir su reino con él.
Ahora Pelusa y el pequeño Monstruo son muy buenos amigos.