CHIP ROBÓTICO
Por siglos, hemos sido entrenados para trabajos especializados, repetitivos, sistemáticos, en pocas palabras, la industria nos ha entrenado para ser robots, por desgracia, la educación no valora el tipo de inteligencia lateral y asociativa tanto como la capacidad para memorizar grandes cantidades de información y evitar cometer errores, a esto hay que sumarle que vivimos inmersos en una cultura obsesionada con la productividad, las distracciones y el consumo inmediato de entretenimiento por encima de lo demás, todo esto ha hecho que perdamos contacto con nuestra creatividad innata, con esa parte de nosotros que nos permite crear nuevas ideas, resolver problemas no predecibles, pensar de manera crítica, comprender emociones, complementarnos con otros, esas cualidades para las que una maquina jamás podría ser programada.
Por otra parte, nos estamos enfrentando a un contexto de un falso bienestar mental, nos sentimos capaces de escapar de la realidad de manera fácil y rápida, en un clic, encontramos una fuente de dopamina segura, cómoda y, además, adulada por la ciencia y toda la sociedad, las redes sociales. No sería difícil pensar que el sistema se salió con la suya y logró que nos desconectemos de nosotros mismos, nos acostumbramos a despreciar lo lento y sencillo de la vida, autocensuramos nuestra esencialidad humana, nuestro niño interior, aquel poseedor de la imaginación y la creatividad, que se esfuerza por encontrar lo que le hace feliz por su cuenta, ese niño que nos convierte en “humanos” y no solo maquinas pensantes.
Definitivamente, el apogeo de las redes sociales ha dejado una gran cantidad de consecuencias en nuestra cotidianidad, una de ellas es la visible influencia que evidenciamos, han tenido en nuestro ritmo de vida y en el interés con el que imprimimos nuestras acciones diarias. La velocidad de la comunicación nos sumerge en una paradójica quietud e inquietud mental al mismo tiempo, es decir, al tener una herramienta de entretenimiento constante hemos perdido el hábito de dejar descansar la mente y el alma, el hábito de “hacer nada”, al principio podría parecernos un hábito un tanto vano, pero es esto lo que mueve la civilización; la “nada” es la premisa de la creatividad y la innovación, el ocio, la transigencia y la despreocupación han hecho que los mayores descubrimientos salgan a flote; si Newton no se hubiera sentado a “hacer nada” en ese árbol y por aburrimiento sus pensamientos lo hubieran llevado a analizar una simple manzana la ciencia no habría avanzado como lo hizo. La investigadora norteamericana Patricia Churchland, fundadora de la Neuro filosofía, opina que “para crear, hay que estar con las manos en la masa“(2011), es decir, dispuestos a crear con la mente vacía, desaprendiendo.
Las redes sociales nos han dejado saturados, emocional y mentalmente; sin espacio en la memoria RAM para aburrirnos, hemos perdido el don de problematizar nuestra existencia, de retraernos algunos minutos al día, y si no encontramos problemas no vendrán propuestas para solucionarlos, por eso es la necedad cotidiana por nuestro entretenimiento lo que nos congela la creatividad.
“El estado de Flow es lo que hace posible que fluya la creatividad, y entraña el mayor nivel de concentración y disfrute que puedes alcanzar. El Flow es la antesala del genio. El entretenimiento basura te saca del estado de Flow, estar conectado inhibe tu creatividad porque saca a tu mente de la fantasía, te regresa al hábito que tienes de comprobar a cada momento el mundo de ahí fuera… nos cuesta separar un espacio en el que no estemos pendientes y disponibles para el otro.” Rubio, M. T. (2019)
Consecuente a la masividad de la información de la que hemos venido hablando aparece una nueva situación que pone al ser humano en un panorama desolado y que nuevamente lo hace caer en un sin sentido; irónicamente, el hombre se empieza a sentir atrapado en paredes de respuestas, todo lo que se cuestiona lo tiene al alcance de un clic, no solo las incógnitas científicas, también las existenciales, a medida que aprende sobre los sistemas que rigen el mundo, deja de sorprenderse sobre lo que experimenta día a día y cuando deja de sorprenderse también deja de prestar atención y de deleitarse con la complejidad interna de todo lo que da por sentado.
Ahora, afrontamos una la moralidad más maquillada, una que va de la mano con “el algoritmo” que nos hace creer que lo que vemos esta libre de censuras y de la manipulación clásica de la moralidad, por todos lados encontramos instrucciones para ser felices, tips de vida, las redes sociales son el nuevo Dios al que le depositamos el sentido de nuestras vidas, y lo mas peligroso es que no lo vemos así; lo peor viene cuando empezamos a toparnos con la revelación de que no hacemos nada por nuestra cuenta, allí encontramos vacío en la masividad de las respuestas, nos sentimos despreciables, le descubrimos un límite a la producción de endorfinas, ya no somos fuente autentica de felicidad, porque no hallamos nada por problematizar ni por resolver, todo esta hecho y son las redes sociales nuestra fuente “confiable”, nuestro refugio ante el sin sabor existencial.
“La creatividad puede nutrirse de una visión liberada momentáneamente de las estructuras conceptuales, como la visión de un niño que no está seguro de cómo funciona el mundo. Si estás dispuesto a replantearte lo que sabes e imaginar que podría ser de otra manera, tendrás en tus manos una de las herramientas más potentes de la creatividad. Cuando intentas mantener demasiadas reglas en la cabeza reprimes la creatividad.” Rubio, M. T. (2019)
Siguiendo esta línea, cabe mencionar que las redes sociales podrían ser tanto la causa como la consecuencia de una problemática que nubla a la juventud, los problemas de salud mental y que podría decirse que también es salud espiritual, lo cierto es que con su cómodo algoritmo logra convertirse en el abrigo de púas de muchos, para cubrir problemas existenciales, angustias, impotencia, vacío, soledad, y demás procesos que atravesamos y no hemos aprendido a canalizar de una manera saludable; la sensación de camuflaje que otorga la intransparencia de las redes sociales es la única herramienta que están encontrando las nuevas generaciones5.
La mayor incidencia del uso de las redes sociales se da entre los jóvenes de 16 a 24 años, un periodo crucial para el desarrollo emocional y psicosocial de las personas, las tasas de ansiedad y depresión en los jóvenes han aumentado un 70%, Las imágenes a menudo poco realistas que se ofrecen en las redes sociales pueden hacer que los jóvenes tengan sentimientos de autoconciencia, baja autoestima y la búsqueda del perfeccionismo que puede manifestarse como trastornos de ansiedad. Además de los trastornos de ansiedad, hay una creciente evidencia que vincula el uso de las redes y la depresión en los jóvenes. Su uso durante más de dos horas al día también se ha asociado, de forma independiente, con la mala auto apreciación de la salud mental, un aumento de los niveles de angustia psicológica y la ideación suicida.2
Biológicamente esto tiene una explicación, desde la neurociencia está demostrado que el uso de las redes sociales provoca cambios en los neurotransmisores del cerebro, como la adrenalina, dopamina, serotonina, oxitocina y cortisol.
Mayores niveles de oxitocina se relacionan con más compras e inversión y con una mayor influencia de la familia y la pareja. La adrenalina, estaría vinculada con la agresividad, de allí que muchas veces las reacciones que se hacen en las redes son emocionalmente desproporcionadas; mientras que la dopamina es el centro del placer, ya que regula la motivación y el deseo y hace que repitamos conductas; aquí se explica el tema de la adicción que producen las redes, se libera cuando se recibe un ‘like’ o un seguidor más, de esta manera se activan los centros de recompensa y se incrementa la sensación de felicidad. El aumento de la serotonina podría modificar los comportamientos sociales hacia un carácter más introvertido y la prioridad de los intereses individuales frente a los de grupo. Por otra parte, altos niveles de testosterona se vinculan con una menor tendencia a establecer nuevas amistades en Facebook y el cortisol tendría impacto en la fidelidad a las amistades.3
Entre los cambios en las capacidades cerebrales, los expertos también señalan la influencia de las redes sociales en cuestiones como la pérdida de capacidad de concentración y de prestar atención, así como la de leer y escribir textos largos, también una sensación de cansancio y somnolencia por la disminución de la calidad del sueño, entre otros. Y desde una perspectiva psicológica hemos desarrollado temor a los encuentros cara a cara y también el trastorno de ansiedad conocido como FOMO (fear of missing out), que se puede traducir por “miedo a perderse algo”, se refiere a la necesidad compulsiva de estar conectados para alimentar los sentimientos de que se están perdiendo cosas a través de las experiencias ajenas. Otro aspecto que también se manifiesta, es la percepción de la velocidad del tiempo, yo le llamo el síndrome X2, nos acostumbramos al ritmo acelerado de las redes sociales y el mundo real nos da una sensación de lentitud, de sintonización y atraso.2
En este ensayo se analizaron algunas de las consecuencias negativas de las redes sociales en la actualidad, desde puntos de vista filosóficos, biológicos, espirituales, médicos, sociales, psicológicos. A partir de todos los argumentos recolectados fue posible plantear una crítica completa en relación a la temática central y las principales problemáticas que nublan la vida de los llamados “nativos digitales”, y en general de todos los que interactúan por estas distintas plataformas; a partir de esto fue posible darle solución a la pregunta que describe la tesis del texto: ¿representan las redes sociales una influencia negativa para la salud mental y el desarrollo de la creatividad?
Juliana Dávila Pérez – Egresada 2021
