SERES FANTÁSTICOS

Por: Mariana Gallego de 7A.

Estaba en mi cuarto, con sueño, cansada de las actividades del día, miré a Paco y a Lucas, mis gatos, dormían plácidamente, uno en mi cama, otro en la silla, sentí envidia por esa vida tranquila que llevaban, pensé, me gustaría ser gato… ¿Será que es cierto todo lo que dicen de los gatos? 

Sentí más sueño, mi gato me habló, me asusté, lo miré fijamente y volvió a hablarme… me dijo: ¿quieres ser gato? Yo sin pensarlo le contesté que si y de pronto miré mis manos y ahora eran paticas peludas blancas con negro, salté de la cama, me vi en el espejo… era una peluda, peinada y hermosa gata con un hermoso listón morado en el cuello.

De pronto escuché a mamá llamándome, traté de contestar, pero solo maullaba. Mamá me decía que le ayudara con un vaso de agua para tomarse una medicina, creo que le dolía la cabeza porque se la tocaba, yo no podía alcanzar su agua, sentí tristeza. Subí a la cama, mamá estaba recostada. De pronto recordé que entre tantas cosas que leíamos acerca de los gatos, decía que éramos sanadores, me acosté a su lado, ella se durmió por unos pocos minutos y cuando despertó no tenía dolor. Se dio cuenta de que “yo” estaba a su lado, estiró su mano, me acarició y dijo en voz alta: —¿y esta gata tan preciosa de dónde salió?— Nunca la había visto por aquí, me llamó para que la viera… reí. 

Mamá se levantó, llevaba la gata en brazos, o bueno, me llevaba en brazos y me buscó por todo el apartamento para mostrarme la gata, pero no me encontró y pensó: “Mari debió salir mientras estuve descansando un poco por mi dolor de cabeza y cuando salió esta gata se entró”. 

Mamá salió “conmigo” en brazos y timbró en los otros apartamentos del piso preguntando si la gata era de alguien, pero no apareció dueño. Yo no tenía collar, solo el listón morado y mamá preocupada, se regresó a casa pensando: el dueño de esta hermosura debe estar triste y preocupado.

Bajé de los brazos de mi mamá, me eché en el tapete, me sentía realmente feliz y me puse a pensar: Si pude quitarle el dolor de cabeza a mi mami sin su medicina… parece que si es cierto lo que dicen los libros de los gatos. Entonces empecé a explorar mi nuevo mundo, a comportarme como la gata que era ahora, dormí por mucho rato, luego salí al balcón a tomar el sol, jugué con una mariposa y entendí por qué la malla. 

Fui a buscar a mi abuelita Gaby, aún estaba de visita en casa, me subí a su cama, me acosté a su lado y deseé con mi nuevo corazón de gato que ella estuviera bien. 

Pasaban las horas, mamá se preocupaba porque no sabía donde yo estaba. De pronto vi cómo se paró el tiempo, todos parecían estar como congelados. Pasaron los días, yo seguía explorando mi nuevo mundo, pude ver como los ángeles a quien mi mamá tanto quiere y les ora estaban en casa, nos acompañaban y protegían, eran hermosos. Como también vi que debajo de la puerta trataban de entrar bichos, los cuales todos odiábamos, pero éramos tres mosqueteros quienes lo impedíamos, Paco, Lucas y yo, era hasta graciosa la situación.

En mis paseos posteriores, veía a la gente pasar, las personas tenían unas luces de colores alrededor de su cuerpo, algunas muy lindas y brillantes, otras oscuras y tenebrosas. Recordé que con mamá habíamos leído que nosotros los gatos podíamos ver el aura de las personas, su buena energía y entendí que mamá parecía gato… su sexto sentido parecía funcionar.

Fueron muchas vivencias, los nuevos amigos, gatos y perros con los que compartí me enseñaron muchas cosas, entendí que a veces estamos en situación de peligro y ni cuenta nos damos, y los peludos de la casa nos protegen, pero extrañaba mi casa, mi vida y sobre todo a mi mamá.

Volví a casa, todos seguían congelados, me dormí en el iglú, luego me pasé a mi cama. Yo misma me extrañaba, deseé de nuevo volver a mi vida y me quedé dormida.

¡Desperté al otro día, miré mis maños, era yo! Había vuelto y me sentí muy feliz, corrí a la cama de mis papás, luego abracé a mi abuelita y me encantaba estar ahí con ellos, amaba mi vida y deseaba seguir viviéndola.

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